El motín de Esquilache, ¿intereses disfrazados?
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"El motín de Esquilache" (1864) / Martí y Monsó, José |
Tras el fallecimiento de Fernando VI sin descendencia, Carlos III accedió al trono español en 1759, abandonando su reinado en Nápoles.
Su reinado se caracterizó por el intento de aplicar ideas reformistas, con el fin de que España siguiera compitiendo con Reino Unido y Francia. Sin embargo, sus proyectos no fueron bien acogidos por distintos grupos sociales, entre ellos, la nobleza y el clero, quienes veían mermados sus intereses en estas propuestas. El pueblo madrileño ya no escondía su malestar.
El periodo de tranquilidad interior que se había vivido en España estos últimos años pendía de un hilo. Solo faltaba la chispa que hiciera estallar la tensión que se había ido gestando. Y esta no tardaría en llegar.
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Leopoldo de Gregorio, Marqués de Esquilache |
El 10 de marzo de 1776 , el Marqués de Esquilache, ministro de Hacienda, firmó un decreto que prohibía a los hombres llevar sombreros redondos y capas largas, teniendo estos que ser sustituidos por sombreros de tres picos y capas cortas. El objetivo de la reforma no era otro que modernizar la sociedad y evitar que los malhechores ocultaran sus armas. Sin embargo, esta medida sirvió de pretexto para que el pueblo expresara su protesta por la subida de impuestos y el encarecimiento del precio del pan y otros bienes básicos, fruto de varios años de sequía y la Guerra de los Siete Años. Además se hizo patente la antipatía generalizada hacia el ministro extranjero.
El 23 de marzo de 1766, Domingo de Ramos, se produjo el conocido como motín de Esquilache. Los madrileños iniciaron su marcha hacia la vivienda de Esquilache, la Casa de las Siete Chimeneas, y al no localizarlo allí, saquearon su hogar y destrozaron a su paso los faroles que el ministro Sabatini había colocado para alumbrar las calles. Al día siguiente, una concentración frente al Palacio Real, donde se encontraba refugiado Esquilache, obligó a Carlos III a ceder en algunas de las peticiones de los amotinados. Ese mismo día, el rey huyó a Aranjuez, lo cual no hizo más que avivar el conflicto. El Martes Santo, la población reclamó el regreso del rey, quien tras conocer el aumento de la agitación popular decide enviar una carta expresando que prometía respetar todas las reivindicaciones siempre y cuando se reestableciera el orden en la ciudad. Así el día 26 de marzo se ponía fin al Motín de Esquilache, registrando 40 muertos.
Son muchos los historiadores que han tratado de dilucidar el verdadero trasfondo del motín. Como comentamos anteriormente, los cambios en sus costumbres no fue más que el pretexto al que se aferró la población madrileña para encauzar su malestar derivado de la penosa situación que arrastraban desde la Guerra de los Siete Años. De esta forma, puede llegar a entenderse la repercusión sociológica que adquirió el motín: mientras los grandes propietarios acumulaban y empleaban el grano como medio de especulación, las ciudades sufrían de escasez. En este contexto, las banales medidas de Esquilache crisparon aún más el ambiente.
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Imagen original aquí |
El motín de Esquilache constituye uno de los episodios más oscuros del reinado de Carlos III. Este suceso desenmascaró la verdadera realidad que se vivía en España, la cual se trató de maquillar a base de reformas de carácter superficial. Pero no solo eso, el motín dejó al descubierto los intereses ocultos de una población superada por las circunstancias y de un rey receloso de un grupo religioso que tuvo que cargar con las consecuencias.
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